jueves, 1 de agosto de 2013

Comparecer o parecer, esa es la cuestión

Hoy es uno de agosto, y a todos, al que más y al que menos, a ninguno se nos escapa que se ha acabado julio. Sí, ese primer mes de verano, caluroso como ninguno. Y parece un mes de estos que pasan en blanco, sin dejar huella, pero esto no es del todo cierto. En este mes han pasado varios acontecimientos. Uno de ellos el trágico accidente de Santiago, del cual os puedo asegurar no sabremos la verdad, pero tampoco podemos olvidar que siempre hay un culpable, más bien varios. También los atropellos a los que se nos está sometiendo continuamente. Y por eso, hoy, uno de agosto, nuestro Presidente del Gobierno, y digo nuestro, porque hay que compartirlo todo, lo bueno y lo malo, se ha dignado a salir de su apariencia de plasma de cuarenta y dos pulgadas y ponerse traje y corbata para humillarnos ante el Senado. 

Es vergonzoso que hayamos legitimado una calumnia andante, como es este gobierno y su camarilla de tiburones. Rubalcaba, a su vez, pide la inmediata dimisión del Presidente, alegando que nos ha mentido. Digo una vez que no hay mentira ninguna en todo lo que dice, ya que es perfectamente legítimo el atraco que estamos presenciando. Lo han legitimado, en primer lugar, aquellos que despreciando la oportunidad de votar lo dejaron a un lado aquel veinticinco de noviembre de 2011, porque había cosas más interesantes que hacer, o porque no apetecía salir de casa. Rubalcaba tiene la culpa porque es calvo. Rajoy tampoco era interesante, había perdido dos veces contra en de la ceja, y bueno, iba a salir igualmente. Pero existe una herramienta de opresión, a la cual llamo ''mayoría absoluta'', que contempla esa Constitución con la que solo se identifican aquellos que tenían voz y voto en el año 1975. Yo aún no tenía edad para votar, pero me acuerdo que me fui al cine, y cuando volví, ya habían abierto la caja de los truenos, o como la llamaría Bárcenas, la caja B de los truenos. Pude ver como España se teñía de un intenso azul añil, y de como las gaviotas que llevaban tiempo al acecho, salían sin temor ninguno a los balcones a celebrar la victoria de las hienas. 

¿Qué quiero decir con esto? Que tenemos lo que nos merecemos, que nadie se había parado a pensar por qué era tan importante la labor de aquellos que murieron por darnos un derecho que hemos dilapidado sin pararnos a pensar un minuto, y que lo vamos a pagar, el precio está aún por determinar, y sin sumarle el IVA.

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