miércoles, 10 de febrero de 2010

Algo que contar

Carlos quería ser escritor. Eso es lo único que tenía claro. Quería escribir, pero antes tenía que asegurarse el pan, o lo que es lo mismo en el siglo XXI, un sueldo fijo que le permitiera pagar una hipoteca para tener la casa en la que fijar sus raíces. Luego, cuando ya se fuera por las ramas, podría escribir su obra, su gran obra.
Mientras, soñaba y fantaseaba con sus novelas y sus relatos mientras miraba aburrido la página de su ordenador en la que veía interminables listas de cuentas de la empresa en la que trabajaba como gestor.''Tienes un buen empleo, hijo'', le dijo su padre, el respetadísimo y serio don Aurelio, cuando se jubiló y le dejó ' en herencia' su puesto.
Pero Carlos se aburría y, aunque ganaba más que suficiente para pagar su piso en el centro, su coche y todos sus gastos, le faltaba lo que él más que quería: tiempo.
LLevaba dos semanas sentado frente al ordenador de ocho a ocho, haciendo el balance del año y con la cabeza llena de números, porcentajes, impuestos y cifras que no le interesaban en absoluto. Tenía que entregarlo el jueves próximo, justo el día que se celebraba la cena de Navidad en la empresa, esa horrible cita en la que todos sus compañeros bebían y le obligaban a beber, en la que no tenía casi nada que decir y en la que escuchaba, resignado,cómo todo el mundo añoraba la dedicación de don Aurelio y cómo, generoso, acudía a esta cita anual con una caja de habanos y su mejor sonrisa.
Carlos no soportaba esa situción. Eran las siete y media del dichoso jueves, le faltaba ajustar unos detalles, imprimir el informe y dejárselo a su jefe en la mesa.
Luego, un taxi, un atasco, y al restaurante a seguir aburriéndose.
No podía mas. Odiaba la Navidad. Para él no había mayor castigo que la cena de Nochebuena. No se llevaba bien con su cuñado, su hermana era hiperaburrida, sus sobrinos lo agotaban, su otro hermano era un altanero, y con su padre y su madre apenas tenía nada que intercambiar. Todos eran una familia de 'triunfadores': abogados, médicos, ingenieros... Y él era, a los ojos de los demás, un 'pringao' que soñaba con escribir mientras se ganaba el pan con un trabajo heredado. Mientras se imprimía el dichoso informe, a solas en la oficina, Carlos se puso a navegar por Internet y a escuchar un poco de jazz, su música favorita. ''El escritor Pablo Méndez publica el primer tomo de sus memorias''. Ese era el titular. Pablo Méndez era uno de sus escritores favoritos. El diario que estaba leyendo en Internet adelantaba algunas páginas del libro. En ellas, Méndez recordaba los años que vivió en Argentina, trabajando en bares por la noche y colaborando en publicaciones.
Su teléfono sonó. Era Sonia, la secretaria, recordándole que debía enviar una copia del informe al director general por e-mail. La impresora cesó. Carlos se levantó y cogió sus 255 folios. En su ordenador sonaba ''Fly Me to the Moon'' cantada por Frank Sinatra. Cerró los ojos y se dio cuenta de que no habría futuro si seguía en ese presente.
Tiró el informe. En la calle paró un taxi y se fue al aeropuerto, rumbo a Buenos Aires.
Había decidido que si a algo en la vida le tenía miedo era a ponerse a escribir sus memorias y no tener nada que contar.

1 comentario:

NATALIA dijo...

RRaaaaaa !
Sooy Naataliia =)
Tiia, QQuee me encaaanta como escriibees enseeriio =O
PPuees NNaada, QQuee ya meenos paraa semanaa saaanta !
yy QQuee sabees QQuee tee Quiieroo MMuucho, QQee lo erees TODO yy QQuee aQQii estooy Paraa TODO =)
TE QUIERO RAQUEL'S (L)
MMaafiiosa -> SIEMPRE AQUI (L)