miércoles, 10 de noviembre de 2010

Despistada

'' He vuelto a escribir, después de todo. Para ello necesitaba cerrar una etapa de mi vida que yacía abierta supurando sangre negra que me corrompía por dentro. Vuelvo a ser yo, vuelvo a escribir y, como siempre, desde el fondo de mi corazón''.


Como cada día, Ana cerró los ojos un momento antes de arrancar el coche para ir a trabajar. Cada vez le daba más pereza ponerse en marcha. Su trabajo de secretaria la aburría soberanamente. Sobre todo ahora que, cumplidos cinco años en el puesto podía ejercer sus funciones sin esfuerzo alguno...
Pasada la primera rotonda rubo a la oficina, el semáforo la obligó a detenerse y, distraída, observó a la chica que conducía el coche de al lado. Tenía la barbilla hundida en el pecho y, con los ojos cerrados, respiraba profundamente. Parecía que la vida se le iba a ir en un suspiro. ''¡Qué seria está! ¿Qué estará pasando por su cabeza?'', pensó, mientras se fijaba en cómo la joven se retiraba un mechón de la cara y lo colocaba con delicadeza detrás de la oreja. Entonces percibió que la desconocida estaba llorando.
La luz verde se encendió y Ana metió la marcha. Miró el retrovisor y vioque la conductora aún no había reanudado la marcha. Así estuvo unos segundos hasta que el coche arrancó lenta, muy lentamente. Ana siguió con curiosidad su avance a lo largo de la avenida que conducía hasta su trabajo. Al parecer, ambas compartían buena parte del trayecto, aunque nunca se había fijado en aquel coche. Eso pensaba hasta que volvieron a coincidir en el siguiente semáforo.
La joven seguía llorando ajena al mundo -el tráfico, los cláxones, los demás conductores...- mientras sus dedos parecían juguetear con el aparato de radio. Mantenía la misma mirada perdida en el infinito.
¿Qué le habrá pasado? La curiosidad reconcomía a Ana. Quizá la joven tenía algún pariente o amigo enfermo y le habían dado una mala noticia. Quizá tenía problemas en el trabajo, ahora que la situación estaba tan mal en todas las empresas. ¿Tendría un jefe tan déspota como el suyo? ¿Un sueldo tan bajo? No, seguro que lo que le sucedía era que había discutido con su chico. Sí, probablemente habían tenido una bronca esa misma mañana. ¿Ves? En el fondo era mejor estar sola, como ella. ¿ Por qué se lamentaría tanto? Estaba harta de escuchar a todas sus amigas quejarse de los dolores de cabeza que les daban sus chicos. ¡Menudo alivio!
Procuró seguir al coche disimuladamente. Podía sonar triste, pero contemplar el mal ajeno la hacía sentirse un poquito menos infeliz con su vida triste, solitaria y aburrida. Ya lo dice el refrán: mal de muchos...
Dos semáforos después, la joven desconocida puso el intermitente y a Ana no le quedó más remedio que desearle suerte en silencio mientras la vio enjugarse las lágrimas con una actitud indolente.
Mientras tanto, en el coche que se alejaba, la joven desconocida le daba volumen a su canción favorita y la escuchaba por tercera vez aquella mañana: ''Cómo hablar, si cada parte de mi mente es tuya, si no encuentro la palabra exacta... Cómo decirte, que me has ganado poquito a poco, tú que llegaste por casualidad''. Ana no podía parar de llorar de felicidad. Aquella mañana, su chico le había pedido que se casara con él. Y ella le había dicho que sí, por supuesto. Estaba enamorada, enamorada, ¡enamorada! Israel era lo mejor que le había pasado en la vida. Intentaba respirar con fuerza para sentir cada uno de los segundos de aquel maravilloso día. Y volvió a escuchar otro claxon. ''¡Qué despistada estoy! -dijo en voz alta arrancando de nuevo el coche-. Cualquiera que me mire va a pensar que estoy loca. Si supieran por qué...¡se morirían de envidia!''.

1 comentario:

Desirée dijo...

estupeendooo....coomoo siempree..jajaj...ii sii esoos deberees tee ocupan muxoo tiempoo...ioo ahora mismoo tendriia Qee estudiarme una pedazo de carta Qee escribii para ampliacion de ingles...Qee mañana see la teengoo Qee contaar aa la profeee...jjajaj....xciertooo...abeeer sii partiiciipas en mi encuuuastaaa....xaoooo...besooos...teeQ....