Se vende, se vende, se vende. Todos los barrios están llenos de carteles que anuncian la venta de las propiedades que hace unos años, con ingenuo optimismo, nos apresuramos a comprar. Alicia, secretaria en paro, tampoco pudo escapar y ahora no le quedaba más remedio, agobiada por las deudas, que poner el dichoso cartel. Nadie puede imaginar cuánto odia esas letras naranjas que anuncian el fin de su ilusión.
Los buitres que vuelan sobre oportunidades como estas no tardaron en llamar para interesarse por la presumible ganga. En las primeras visitas a Alicia le fallaron los argumentos de venta. No supo exhibir el verdadero potencial de su propiedad. Según fue enseñándolo más veces, se fue dando cuenta de sus errores hasta convertirse en una experta agente comercial.
''Es un tercero, muy bien iluminado y tiene el acceso en coche justo aquí al lado. Comodísimo'', sentenciaba, segura cada vez de que al fin llegarían los euros que la sacarían, aunque sólo fuera por unos meses, de su particular crisis. Lástima que los buitres, aún más resabiados que ella, quisieran esperar a que el paso del tiempo la obligara a bajar más un precio que a ella le parecía ya demasiado bajo.
Alicia empezaba a desesperarse, no porque su naturaleza fuera impaciente, sino porque los problemas para pagar a tiempo los recibos empezaban a ser insalvables. Los bancos, bastante insensibles a su infortunio, no le ofrecieron solución alguna.
La tarde en que recibió la llamada definitiva, estaba, como se dice ahora, un poco 'de bajón'. La tristeza de la lluvia que no dejaba de caer la había contagiado; ya casi no le quedaban pañuelos en casa. Estaba a punto de bajar al supermercado a por más cuando sonó el teléfono, en el que ya no ponía demasiadas esperanzas. Sintió la voz cálida de un hombre joven, con cierta madurez. Concertaron la cita para la mañana siguiente.
El día amaneció soleado y Alicia se levantó con un sentimiento similar a la alegría. Se maquilló con más cuidado que de costumbre y eligió un vestido de un color vivo. Al fin, se sentía optimista. Llegó a la puerta y allí esperó al comprador.
Apareció un chico apuesto que mejoraba sustancialmente las buenas vibraciones que generó su voz. Le acompañó a ver lo que había ido a comprar dispuesta a explicarle una por una todas las ventajas. Antes de que pudiera decir aquello del ''tercer piso muy luminoso'' Nacho dijo que se lo quedaba.
Alicia, después de formalizar el contrato, tuvo un momento de duda. Aquel nicho que heredó hace años le había proporcionado los 12.000 euros, ni uno más, que llenaban ahora su cuenta, pero tenía una fuerte desazón en su interior. Medio en broma, se decía a sí misma que sería porque ahora ahora ya no tenía ni dónde caerse muerta. Mientas se hundía en esos pensamientos, sonó de nuevo el telefóno, del que con la venta hecha ya no esperaba nada. Oyó la misma voz de la última llamada. Era Nacho, a quien su nueva adquisición parece que no fue lo que más le gustó aquella mañana.
Alicia volvió a arreglarse, esta vez con una emoción casi olvidada. ''Sería gracioso -pensaba ahora- haberle vendido precisamente eso a mi futuro marido''.
1 comentario:
Lo sabia !! He acertado, Nacho iba a por Alicia jajaja. Muy buena, raquelss, en serio. Se te dan genial estas historietas
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