Debería haberlo pensado antes. Siempre actúo según me dicta mi corazón, y en muchos casos la razón siempre te guía por el sendero correcto. En este caso, como de costumbre le hice caso a él, siempre tenía que ser él el que me dijera lo que tenía que hacer.
Siempre me tocaba el trabajo sucio, él ordenaba algo y yo era el miembro ejecutor, él se lavaba las manos en el asunto, me llegó a decir en una ocasión que si me cogían actuando que sería siempre mi culpa por no asegurarme lo suficiente.
Total, esa noche llegué al cuartel aterrada, pero con fuerza en la mirada, no tengo idea de dónde salió aquel ánimo. Era extraño, sólo tendría que apretar el gatillo y salir corriendo como siempre, pero este caso era distinto, el coronel significaba mucho para mí, y nunca le perdonaría a Román haberme obligado a matarlo.
Intenté meterlo entre ceja y ceja, y cada vez que lo intentaba me acordaba de las veces que habíamos estado juntos, charlando sobre nuestras respectivas vidas, incluso llegamos a tener un sentimiento más fuerte que la amistad, pero nunca podría meterlo en mi corazón, bueno, no debería, yo lo metí, y fue entonces cuando Román se encargó de sacarlo de mi vida. A él no le convenía que yo me acercara tanto al ''otro bando'' como él lo llamaba, pero es que yo no era una asesina a sangre fría. Siempre me había costado matar, pero sacaba fuerzas de donde hiciera falta. Esta vez era algo superior, la misión era fácil, pero fácil era también que, encapuchada como iba, aunque el coronel no reconociera mi cabellera rojiza, se fijara en mi profunda mirada y me reconociera. Yo no quería eso, sería una decepción muy grande, su última decepción, ya que después de eso tendría que matarlo, y eso si no tendría que huir al extranjero.
Una vez dentro del cuartel, fingí ser una pariente suya, que recién llegada de Francia, y sola como estaba en un país extranjero y desamparada, buscaba ayuda y refugio en casa de su primo más lejano. Como había investigado previamente sobre ello, el coronel Sánchez se alegró de mi presencia inmediatamente tras saberlo. Dijo que saldría a darme la bienvenida, pero al guardia de puertas le comuniqué que no era necesario, que además en privado tenía algo de extrema urgencia que entregarle.
De modo que pasé al lúgubre despacho. Me dio un abrazo. Yo llevaba un pañuelo en la cabeza que tapaba mi cabello, y una blusa bastante escotada en forma de pico pronunciado que hizo llamar su atención. Me alagó con un comentario sobre lo mucho que había cambiado. Yo ya había investigado sobre la situación de su prima, y le conté detalladamente lo que había sido de mí.
De repente vi una llamada perdida en mi movil...ponía Román. Supe rápidamente que eran las once y veinticinco, justo el minuto en el que debía actuar, cuando el guardia de puertas salía a tomar su café y el coronel se encontraba solo y desprotegido. Puse una mano en mi pierna, levanté el pantalón que la cubría y agarré con fuerza mi arma.
Apunté a la nuca del coronel cuando se giró para coger unos archivos que deseaba enseñarme.
Me dijo ¿Qué haces? ¿Estás loca? Te conozco, ¿quién te ha obligado a que hagas esto? ¿No habrá sido el miserable de Román? ¿Todavía sigues con él?
Seguí apuntándole con expresión seria. Solo susurré entre lágrimas ¿Cómo me has reconocido? Se suponía que tu me creerías y todo estaría acabado, ahora me has fastidiado el plan, y yo estoy muerta.
Sin saber por qué, dejé escapar al coronel por una ventana de su oficina, y yo llamé a Román, para decirle que todo había acabado.
Salí despavorida por aquella ventana, corrí hacia el coronel, y juntos huímos a un lugar del que Román no tiene idea de su existencia. Nunca Román fue juzgado, como tampoco lo fui yo, la diferencia es que el pagó con creces sus crímenes. No diré el nombre de su asesino, solo nombraré el arma asesina, el cual llevaba el siguiente código:5689741236-J
Era el número de guardia civil de Sánchez.
3 comentarios:
Está muy guay, lo que pasa es que a veces lía un poco, pero la historia está bien y no cansa nada! =) mbnn primaa tqq
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