Me atrevo, por primera vez, a utilizar mi nombre real para publicar un fragmento de mí. No hay de qué esconderse, ni de qué huir, salvo de una misma.
He dormido tanto que ya ni siquiera recuerdo mi nombre, ni dónde estoy, ni quién me trajo hasta aquí. Solo sé que me gustaría que nada de esto hubiera sucedido. Cuando me desperté, vi que todo estaba en orden, lo que me hizo pensar que nada iba como debería ir, el orden en la vida no es lo mío, y tampoco en el hogar. Todos los cuadernos se encontraban alineados, el escritorio colocado y limpio, como si durante ese tiempo alguien hubiera estado alimentándose poco a poco de mi profundo sueño y sacando provecho quizá de qué sueños más oscuros hubiera en mi mente. No me gusta nada de lo que veo, me calzo y salgo corriendo. Son las 3 de la madrugada y en mi pensamiento solo una palabra: OLVIDAR. ¿Qué habría de olvidar cuando había pasado tanto tiempo en letargo, siendo una mera esclava de la obligación y del deber de complacer al prójimo? Siento que he de correr y no mirar hacia atrás, ya llega el momento y he de rendir cuentas por los errores cometidos.
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