Siempre que uno deja de escribir se debe a algo, sea una mala racha, sea pereza, sea lo que sea. Tener una mala racha es mala suerte, mantenerla por tiempo ilimitado debería estar recogido como delito en el código penal, y desaprovechar la oportunidad de darle forma a las palabras condenado a pena de muerte. Por eso mismo, allá vamos.
- ¿Estás mejor?
- No.
- ¿Y cuándo vas a estar mejor?
- No lo sé.
- Pues yo te noto más tranquila, ya no lloras a diario, y no te debes a nadie, salvo a ti misma. Y nunca debiste deberte a nadie, por mucho que lo quisieras.
Pues no. Ya no más. Puede que cueste deshacerse de algo, pero cuesta más desprenderse de alguien, más si ha influido el tiempo. Y tienes que rehacerte, y cambiar costumbres, y buscar planes para esos ratos que ya estaban predispuestos de por sí, o que al menos tú, tenías siempre predispuestos. Porque la vida es una sola, y pasa rápido, y quizá, por conformarte con menos de lo que mereces, no llegues a conocer lo que estaba a punto de llegar, esperando que cruzaras la esquina de la calle. Quien sabe cuantas esquinas hacen falta para que eso ocurra, pero estoy segura que una vez que se ha tocado fondo, lo único que te queda, y que, más que eso, supone una obligación, es levantarse, aunque sea de rodillas, y renovarte, renovar o morir.