domingo, 9 de octubre de 2011

El libro de familia

'' Porque todos tenemos una caja de recuerdos a nuestras espaldas y hemos de deshacernos de ella, aunque nos cueste.''

''Le digo que le hace falta el libro de familia'', insistió el funcionario. ''Y yo le digo que no lo encuentro y que, con libro o sin él, tendrá usted que hacerme los papeles'', soltó Gerardo. ''Y yo le digo que necesito el libro de familia o no hay tu tía. Buenos días''.
Gerardo caminó hacia casa de mal humor, dispuesto a ponerla patas arriba. Estaba harto de papeles, de oficinas...Quería terminar y relajarse, pero antes tenía que encontrar el dichoso libro de familia. Chándal en ristre, se dispuso a vaciar armarios, dar la vuelta a cajones y mirar con lupa hasta el último rincón. Empezó por el salón. Media hora después aquello parecía un campo de batalla y del libro de familia..ni rastro. Eso sí, dentro de ''Cien años de soledad '' había encontrado la primera letra de la casa, la que con tanta ilusión y esfuerzo pagaron juntos Belén y él. Miró el recibo con media sonrisa. Aquello le traía buenos recuerdos: el primer día que compartieron en esa casa, la ilusión de amueblarla. Y también recordó que ése era el libro que estaba leyendo entonces. Puso el recibo en ''Cien años de soledad '', y éste en una caja. Y siguió su búsqueda. Vació todos los cajones en el suelo. El salón parecía un rastro, pero el libro de familia no aparecía. Sí apareció el sonajero de su hija, Amanda. Era de plata, grabado con su nombre. Su jefe de entonces se lo había regalado a su hija, nacida dos años después de haberse instalado ellos en aquella casa. Nunca le gustó el sonajero, le parecía ostentoso, pero sí le gustaba su hija, claro. Aún le parecía escuchar su risa de niña retumbando en esas paredes. Puso el sonajero en la caja, se hizo un café y se sentó a llamar a Amanda: hacía dos meses que no la veía. Siguió por el armario de su habitación. Y encontró algo que le hizo mucha ilusión. ¿El libro de familia? ¡No! Una caja llena de fotos: su boda, cumpleaños, vacaciones...¡vaya pintas en bañador! Una foto de su madre...
Siguió por la cómoda. Y ahí paró. No podía más. Sus camisones, su ropa...seguía tal cual lo había dejado ella. Entre aquellos pliegues, aún estaba su olor, su delicadeza. Cogió una bata de seda, la cual olía a almizcle, la abrazó y lloró. Pero pronto se repuso: ''La vida sigue, Gerardo'', pensó. Cogió la bata, la puso en la caja y continuó con su labor. Pasó la noche, llegó la mañana y Gerardo seguía envuelto en libros, ropa, fotografías... Estaba exhausto. No podía más y tomó una determinación: se duchó, cogió la caja en la que había ido metiendo sus recuerdos y media hora después ya estaba en la oficina correspondiente. El funcionario le sonrió. Y Gerardo le sonrió aún más: ''Tenga, mi libro de familia. Aquí, en esta caja, está todo lo que he vivido, lo que fui y en parte lo que soy. Tenga, añado mi móvil, donde guardo el sms con el que mi mujer se despidió de mí diciendo que se fugaba, después de treinta años de matrimonio, con mi mejor amigo. Ahora deme el papelito en el que pone que estoy divorciado, por favor, quiero casarme con Pilar, mi novia y secretaria, y escribir una nueva página del libro de familia que usted tanto ansía tener''.